Alfredo Cortina (Venezuela, 1903-1988), pionero de la radiodifusión venezolana, guionista de radio y televisión, publicista, inventor, fotógrafo.
Hay umbrales que solo personajes como Alfredo Cortina pueden atravesar. El tiempo, quizás el mayor “misterio” a desentrañar, es uno de ellos. Cortina logró capturar un país con su lente: paisajes rurales, personajes anónimos de nuestra geografía humana. Registró los colosales cambios que se iban produciendo durante la segunda mitad del siglo XX en el país; cambios que identificamos con la modernidad que se asomaba por algunos rincones, sólo por algunos, el resto del territorio parecía intocado por el devenir.
Las fiestas tradicionales venezolanas, como San Juan y los carnavales quedaron en sus negativos; las esquinas de Caracas –las que existieron, las que cambiaron de nombre, las que perviven incluso en la actualidad– también tienen su registro extraordinario. Retrató caminos, senderos, playas y a Elizabeth Schön en todas las latitudes visitadas, sola o con sus eternos compañeros de camino, sus perros Lorenzo, Alonso, Negro, Chilindrina…[1]
Alfredo Cortina fue ventrílocuo, escribió obras de teatro; fue pionero de la radio y sus programas, guiones y personajes aún son recordados y estudiados en la historia de los medios de comunicación en Venezuela.
La fotografía de Cortina, sin embargo, fue “descubierta” recientemente en el año 2008 por Vasco Szinetar, curador del Archivo Fotografía Urbana, quien calibró el monumental archivo e identificó la importancia que tenía por la variedad de temas, las épocas, las miradas que ofrecía, la estética que caracterizaba sus imágenes.
Una vez que Szinetar y Luis Pérez Oramas comenzaron a catalogar lo que tenían entre manos se reveló frente a ellos el universo según Cortina. En palabras de Pérez Oramas en Un atlas para Elizabeth:
“Lo que deberíamos saber, para comenzar a mirar a Alfredo Cortina es que durante muchos años, sin pretenderse “fotógrafo”, sólo siéndolo, en complicidad con su compañera de vida, la gran poeta Elizabeth Schön, se ocupó en registrar su imagen, de manera sistemática y continua, en todas las situaciones imaginables ante las cuales pudo ella quedarse para siempre detenida por efecto de la sal de plata que atrapa a la luz en la imagen: ante lo más ordinario del mundo, y ante lo más inesperado; delante de la sólida frontalidad de las cosas (y detrás la inmensidad); ante lo opaco de la materia que no refleja cuerpos (y detrás los espejos naturales); ante las ventanas, los puertos, los urinarios, las ruinas, las torres absurdas, los desechos, los jardines, las montañas, los mares, las piedras, los puentes, los abismos, las planicies”.[2]
Otro atlas, en este caso, el que constituye el calendario 2025 Rostros de Venezuela, un atlas para los niños de El Archivo y Producciones Senderos, presenta para el mes de junio su homenaje a las fiestas paganas que se celebran en Venezuela y que los niños viven de manera especial: San Juan, los carnavales, la bajada de los palmeros en Chacao, los diablos danzantes de Corpus Christi, son algunas de las festividades aludidas en las fotos de este mes, aunque algunas ocurran durante otras épocas del año.
La fotografía de portada de Alfredo Cortina muestra a un niño, en este caso, a un santo niño, a San Juan, cargado por uno de sus cófrades y a Elizabeth Schön que permanece a su lado y esboza una casi sonrisa, su mirada esquiva a la cámara, pero la dirige a un ángulo del horizonte que desconocemos, pero que le llena los ojos. En el plano medio de la fotografía, y como si hubiera sido a propósito, hacen juego los cuadros de la cartera que porta ella, y la base del santo que carga el hombre.
Carmen Elena Alemán, investigadora y autora del libro Corpus Christi y San Juan Bautista escribe:
“… la celebración del nacimiento de San Juan Bautista coincide en el trópico con el comienzo del invierno, que se caracteriza por copiosas lluvias y abundantes cosechas. Lo que puede relacionarse con la importancia del agua dentro de la fiesta.
(…)
En algunos lugares, como en Chuao, el ciclo de San Juan comienza el 1 de junio, cuando las socias le anuncian al santo que se prepare porque ya viene su día. Todas las sociedades tienen una estatua de San Juan Bautista, en la figura de un niño. Se cree en el poder que adquiere el agua en ese día; por tanto, se lleva a San Juan a un río o un arroyo”.[3]
La fotografía del mes nos recuerda el poder del santo, la fuerza de los creyentes que lo llevan en brazos por las calles y evoca en el espectador el baile, el canto-respuesta que llenará la noche de San Juan con los repiques de tambores de esta fiesta
“… que se celebra por toda Venezuela y tiene devotos a lo largo y ancho del país, pero … las fiestas… cobran especial lucimiento en las poblaciones costaneras del Distrito Federal, y los estados Aragua, Miranda, Carabobo y Yaracuy. Allí se congregó durante la época colonial una alta proporción de esclavos de origen africano, destinada al trabajo de las plantaciones de cacao, uno de los principales renglones de exportación del país, en esa etapa de su historia”.[4]
Nuestra portada es tan rica que revela una magnífica contradicción: Elizabeth Schön se presenta apacible y pareciera perdida en sus pensamientos. Su quieta presencia sugiere una pendulación entre la ausencia que aparenta y la quietud que transmite. Su imagen es concurso, reminiscencia y acompañamiento de las capitanas de las sociedades sanjuaneras, –“esencialmente una organización de mujeres”[5]– que junto a los habitantes de la comunidad cumplirán eternamente con el ritual del llamado a las aguas, su bendición –la fertilidad– y el solsticio de verano que la favorecerá.
[1] López Ortega, Antonio. (08 de Noviembre, 2021). Elizabeth: sus perros. Prodavinci. En: https://prodavinci.com/elizabeth-sus-perros/
[2] Pérez-Oramas, Luis. (2015). Alfredo Cortina. Fotografías [Catálogo]. Caracas: Sala Mendoza. 2015. p. 5
[3] Alemán, Carmen Elena. (1997). Corpus Christi y San Juan Bautista. Dos manifestaciones rituales en la comunidad afrovenezolana de Chuao. Caracas: Fundación Bigott.
[4] Ob. cit., pp. 291, 292.
[5] Ob. cit., pp. 297.